Mi perdigón " El Varilla".



Una de las modalidades de caza que he practicado con pasión, llegando a ser una enfermedad para mí fue la caza del perdigón y digo que fue porque dejé de practicarla cuando se perdió la perdiz pura y fue sustituida por los pájaros estúpidos que hoy hay en nuestros campos.
Tuve muchos pájaros, creo que en mis espaldas se han colgado algunos cientos, pero buenos de verdad 4 o 6. El Varilla entre ellos. Este pájaro se lo cambié por 10 kilos de hierba de cuajo con dos celos al pastor que estaba por los años 70 en la finca " El Zapatero".
De pollo le había matado 16 y de segundo celo 14, lo cogió en el arroyo Almorchón que atraviesa la finca.
Cuando lo compré era "pitorro", paticorto, ancho de pecho y cuello con muchísimo negro, le bajaban las lentejas casi a mitad de la pechuga, manso. En fin, un precioso ejemplar.
El verano que lo compré cogí un carbunco y esa temporada me la perdí, pues los médicos aconsejaron que estuviera con mis padres y para Alemania partí donde estaban emigrados.
Por este motivo se lo revendí a mi amigo Juanito Mellado del bar La Codorniz en 4 mil pesetas quiero recordar. La temporada siguiente Juanito empezó a cazarlo con resultados muy buenos y a mí a calentarme con las faenas del VARILLA que así le puso de nombre ya que es mi apodo, yo le había puesto Zapatero. En mi mente se fraguaba recuperar el pájaro y fui preparando el terreno hasta que una noche en el bar me pidió diez mil pesetas y sin mediar palabra se las puse encima del mostrador y fuimos a casa de su hermano por él .

Lo cacé muchos años en la sierra de mi pueblo, montes Arrazauces. Allí conviví con la familia Bermejo en su cortijo, cuya madre, mi querida y entrañable Petronila fue la única mujer que cazaba el perdigón por aquel entonces, al menos por nuestros lares.

Pero donde lo cacé a tope varios años fue en el término de Santa Eufemia y en el cortijo de Copé propiedad de mi tío José. Nos íbamos el tío Diego y yo el día de la Candelaria y hasta San José pernoctábamos como dos guerrilleros cazando a tope con nuestros reclamos.
Por las noches a la luz del carburo y la lumbre se formaba una orquesta de desafíos, jácaras y piñones ensordecedora que nos encantaba. Y él, pese a estar operado de traqueotomía, era un buen conversador y me contó muchas anécdotas de su vida y juventud que en otra ocasión os contaré ya que tienen mucha fuerza y espero hacerlo de forma que se aprecie la vida de aquel cosario de mi pueblo hasta que se tuvo que exiliar a Venezuela pasando mil y una penuria. El Varilla tenía un canto de cañón( jácara) de 6 u 8 golpes...a veces más, ronco, con cadencia y perfecto, seguido de piñones muy seguidos y desafío o curicheo sin redoblar jamás. Él iba bajando el tono a medida que el campo se acercaba, cuando veía las camperas se le  ponía  la cabeza como un urogallo, enmoñado y se rebajaba de tal forma que a veces no se le escuchaba el recibo que lo acompañaba llamando a comida en el asentón.
Por ponerle un defecto, para ser completo le faltaba las jácaras de buche. Ahora, fue inagotable y había tardes que le daba tres puestos tirándole en todos e iba desafiando bajito colgado en la espalda.
Una tarde, como digo en el poema, le tiré 9 tiro a tiro, una viuda y 4 pares. Si el puesto es por la mañana tiro la canana.
Fue en la finca Los Morros y me llevó Tomás un amigo piconero de Santa Eufemia,  ya ha muerto.
Esta finca lindaba con los baldíos y había cientos de perdices, valientes y sin cazarlas, maté muchos machos con las patas llenas de espuelas...algo espectacular y con unos cantos que se me pone el vello de punta recordarlos.
Una temporada, no recuerdo cuál vino un señor de Madrid a Quintana preguntando por mí, se dirigió al secretario del Ayuntamiento y este mandó buscarme, se trataba de don Francisco Casas, jubilado e inspector de hacienda de Madrid.
Este señor se había enterado que yo tenía un buen pájaro y vino con intención de comprármelo. Era un señor culto y se le veía que sabía de esta caza estuvimos hablando largo y tendido de esta caza y de golpe me suelta en el bar de la Codorniz que me ofrece cincuenta mil pesetas por el pájaro, ante mi negativa dice, pide por él....yo sabía que si le pedía me quedaba sin él y le dije, este pájaro no está en venta señor, no hay dinero en el mundo para quitarme a mí el placer de cazarlo.
Ante mi negativa se fue a don Benito y allí el jefe de los municipales le vendió un MOCHUELO según cuenta en el libro que posteriormente escribió, RECLAMOS Y RECIBOS,. libro que tuvo la deferencia de mándamelo dedicado.
Otro que vino a comprármelo fue Serafín Alarcón Molina, este señor escribió muchísimos artículos en las revistas de caza, muy buenos, no lo que hoy leo. Era de Almería y me dijo que cazaba en toda España, resaltando que la  caza peor para el reclamo era la de su tierra. Muy buen rato estuvimos charlando en mi casa con el Varilla de testigo. Y lógicamente pese a ofrecerme también por él, no se lo llevó. Una temporada, no recuerdo cuál vino un señor de Madrid a Quintana preguntando por mi, se dirigió al secretario del Ayuntamiento y este mandó buscarme, se trataba de don Francisco Casas, jubilado e inspector de hacienda de Madrid.
Este señor se había enterado que yo tenia un buen pájaro y vino con intención de comprármelo. Era un señor culto y se le veia que sabia de esta caza estuvimos hablando largo y tendido de esta caza y de golpe me suelta en el bar de la Codorniz que me ofrece cincuenta mil pesetas por el pájaro, ante mi negativa dice, pide por él....yo sabía que si le pedía me quedaba sin él y le dije, este pájaro no está en venta señor, no hay dinero en el mundo para quitarme a mí el placer de cazarlo.
Y lógicamente pese a ofrecerme también por él, no se lo llevó. Me duró 10 celos y en el patio del corralón de mi tío debajo del limonero enorme en que lo tenía, un verano que hizo un día nublado con un calor sofocante con calima del desierto de asfixió. El disgusto fue mayúsculo para mí y para mi tío ya anciano, pues a él le daba todos los días y a todas horas su recital.
Así murió un pájaro excepcional donde los hubiese.



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