El cortijo de la Petronila.
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Por la década de los sesenta-setenta, teníamos por costumbre la pandilla de amigos, reunirnos a pasar la Semana Santa en el cortijo de La Petronila. El grupo era de unos ocho o diez pandilleros. En la mula torda y la burra de esta familia cargábamos las viandas, unos cabalgando y otros andando partíamos desde Quintana a pernoctar estos días. El cortijo, distaba unos quince kilómetros del pueblo. Una vez que pasábamos el arroyo del Arrazao, aquello que era la tierra sin ley pues la Guardia Civil muy raramente nombraban servicio por esos parajes, el camino se había abandonado estando por muchos sitios intransitable para vehículos, en cuanto entrábamos en las jaras, fuera la época del año que fuera, unas veces con Antoñillo Be...