El Yate.


 




Cuando vine de la mili, vivía con mis tíos José y Beatriz, que no tuvieron hijos, a mi me consideraban como suyo y de hecho heredé de ellos la casa que vivieron que fue de mi bisabuelo Diego Rey y el cortijo de la Viña con su bodega y tierras.

Como con diecisiete años me negué a seguir encarcelado en el colegio Claret de don Benito, me puse a trabajar y aprender el oficio de mi tío  y mi bisabuelo Diego que fueron almacenistas de pieles y lanas, también bodegueros.

Le pedí a mi tío el camión que teníamos para el transporte en los negocios ,  me puse por mi cuenta a comprar chatarra pues tenía buen precio y Juan Antonio del Pozo vecino de Quintana, pielero, afincado en Azuaga compraba mucha, me dio precio y por los cortijos y donde podía fui reuniendo una buena cantidad,  una vez juntados los kilos que cargaba el camión se la llevé y me la pagó a doce pesetas,  dos más de lo que me había dicho. Siempre se portó muy bien conmigo, cuando iba nunca no me dejaba ir a comer a la fonda, lo hacia en su casa con su mujer y él. Con lo que gané de aquel viaje que fueron unas veinticinco mil pesetas, le dije a mi tío que quería ponerme por mi cuenta y emprender mi negocio de pieles y lo que pillara, a él le pareció bien , lo primero que hice fue comprarme un coche.

Agustín el Mermo había traído de Barcelona una furgoneta citroen dos caballos de dos plazas, blanca y roja que creo que las tenia la Coca Cola para reparto, la matrícula era  B-500 y pico mil  los otros números no los recuerdo, nos pusimos en trato y se la compré en trece mil quinientas pesetas y con ella emprendí mi aventura de industrial  jjjj. Con mi aiga, que le puse EL YATE con pintura verde en el capó.

Empecé a comprar pieles por los cortijos de la Serena y la Siberia allá por los términos de Castuera, Campanario, Orellana, llegaba hasta la Puebla de Alcocer.

Me conocía todos los caminos y fincas e hice muchas amistades con los pastores y pastoras que me ofrecían leche y pan con queso, las pieles que recolectaba eran casi todas de merinillas y pellicones, así se les llama a la de los corderitos  que se morían. También de ovejas y cabras que se las  pagaba con  hierba de cuajo o dinero. Algunas veces me llevaba a algún amigo de acompañante pues estaba todo el día por aquellos parajes y me aburría. Mi amigo Diego Martin "El  Largo" vino muchas veces.

Un día   me llevé a mi amigo Bartolo Mangarrute y como yo había visto que en unas minas abandonadas había conejos nos llevamos su hurona y las redes, no recuerdo si pillamos aquel día alguno, pero otras muchas veces sí, íbamos de furtivos al Censo y la Mata Abajo y llenábamos un saco. Entonces él tenia una   perra setter chocolate que la llamaba RUBIA , era hija de una setter negra de don Miguel Barquero y un perro irlandés precioso que tenia Polín, aquella fue un prodigio de animal. Cogía los conejos que se nos escapaban de las redes a carrera, como le diera unos metros antes de encerrarse, fue de lo mejor que hubo en Quintana mientras duró. Me la regaló anciana y la operé yo  de un quiste en una teta que le salió, con una anestesia que era un tubo que al romperlo se lo quedó frio y pude cortárselo y coserla sin sufrir.

Cuando veníamos aquella tarde de la Serena cargado de pieles y la hurona debajo de la silla antes de llegar a Castuera nos para la Guardia Civil, se nos pusieron de corbata, me piden la documentación del coche y nada, que no la encontraba,  a todo esto el cascabel de la bicha sonando cuando se movía en el corcho. Los papeles caí en la cuenta que los había bajado en casa y no los llevaba, así se lo dije al guardia y no me denunciaron, nos vería cara de buena gente, la que tuvimos por la cascabela el Manga y yo fue buena.

A mi me gustaba ir de fiesta los domingos a Campanario, su ambiente y su cultura a lo andaluz me tiraba más que otros pueblos y las chicas que eran simpatiquísimas y algunas guapas a rabiar. Iba en mi YATE, siempre se apuntaban unos pocos de jóvenes que los subía atrás como a los perros. Me daba no sé que entrar en el pueblo con semejante vehículo y lo dejaba en las afueras del pueblo frente a la fábrica de harina. Cuando acababa la fiesta íbamos al Yate, por lo general se apuntaban más de los que había llevado a la ida llegando casi  a no poder con la carga e iba con las luces mirando al cielo. 

El disponer de mi propio vehículo me dio mucho poderío pues aparte de empezar a tener mi dinerito para el tema de la caza me puso a un nivel de privilegiado, pues antes, salvo en la moto Guzzi de mi primo José y el Seat 1400 que alguna vez me dejaba mi tío algún domingo, mis cacerías que antes se desarrollaban únicamente en el termino de Quintana,    ya podía ir a otros sitios fincas y terrenos libres de otros pueblos.

Salía muchas veces, solo, que es como de siempre me ha gustado cazar, con mi perra Terry, mi paralela del veinte, con las luces del alumbrado me iba en el coche de San Fernando, unas veces a pié y otras andando a los Arrazauces,  solía entrar Arrolario arriba por lo de Zahurda y llegaba a lo último del Estendijón y Fuente Quemada,  el regreso por la umbría a Jollá Vaquera, cortijo del tio Currito y Frontones de la Pared donde me oscurecía. Me entraba una gran tristeza abandonar la sierra pues hasta el próximo domingo ya no podía volver. 

Ya con el Yate íbamos un grupo al Campillo de Llerena y pasando el cementerio de los italianos a la derecha salía un camino que conducía a los olivares. Mis compañeros eran, Doro Catrana, Manuel Peluca, Manolo Mollergui y algunos más que no me acuerdo.

Había muchísimas perdices y liebres y nos dábamos buenas palizas de cazar todo el día, como era antes. La verdad que estábamos muy compenetrados en llevar bien la mano y disfrutábamos, alguna vez el Peluca nos la liaba pues era zorro viejo y cosario. Conmigo tuvo más una de pelea pues yo no lo dejaba pasar ni una y si insistía en sus marrullerías los dejaba y me iba solo.

Tenia en aquellos años una perra garabita, negra con el pelo duro, me la regaló en la finca Garrapilo de la Barca de Jerez el sargento Curriqui., era hija de un podenco andaluz pero duro y una pacha, fue mi compañera algunos años, cazaba a lo pointer, rapidísima,  con unos vientos superiores, sus cobros a perdices desaladas eran espectaculares. Un día caí una en los cerros de Melenillas.  detrás del olivar de San José,  atravesó el monte y el olivar, saltó la pared, en el camino que va a los Claros la cogió, me la trajo viva y resultó ser un macho de los mayores que he visto, la faena la pude ver desde los canchos del cerro. Las liebres como le tocarás se perdía, las cobraba pasado media hora o lo que hiciera falta.¡¡¡ Cuanto disfrute con mi Terry  y como la quise...!!!. Le crie de ella a muchos cazadores y en Quintana estuvo  años su casta. A Timoteo Costal  le crié una de ella  y del setter de Polín,  superior, la llamaba Biatri, en el rio Ortiga sacaba gallinetas como ninguna y también fue como su madre incansable. La última que controlé de su casta la tenia Diego el Latero, la Mori,   la vi un día cazando por bajo del cerro  el Romo, tenia el mismo estilo, le dije que me la vendiera accedió y pasó a ser mia. Y fué la que mató a mi Calaña en una pelea donde tenía mi primo Pepito los perros que yo se los tenía cedidos.

La Terry cuando faltaba de casa de mis tios por algún viaje que entonces por motivos del negocio eran asiduos a Madrid o Barcelona, se iba a buscarme al cortijo de la Petronila y cuando veía que no estaba regresaba.

Se sabia todos los puestos del perdigón del Arrazao ya que entonces cazaba la perdiz con el pollito y entre puesto y puesto al salto. 

Bueno y del Yate nos hemos ido a recordar mi querida Terry. La faena ha sido de verónicas rematada con una medía. Espero os haya gustado






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