Mis alanos



Este texto lo escribí hace unos 15 años….. 

Hace noches me llamó Javier Parra solicitándome si podía escribir algo sobre los perros alanos pues iban a publicar no sé qué sobre ellos. Acepté el reto y, la verdad, me cuesta mucho pues salvo cartas comerciales y algunas a mis amigas y amigos nunca he escrito.

Mi mujer me anima y dice que lo escriba como lo cuenta hablando, pues pongo tanto entusiasmo al narrarlo que seguro que saldrá bien.

Ahora tengo la duda de qué puedo contar sobre el tema y, bueno, voy a hacerlo sobre los primeros alanos que han entrado en mi vida, Chullo de los Tarantos y Lanza de los Cuadrejones.

Chullo Y Lanza forman un dúo que pone firme a una pareja de guardias civiles y son dos borregos merinos.

Suelo salir a coger espárragos al arroyo de los Arrazauces. Mari Carmen, mi mujer y mis hijos José Vicente y María, de 3 y 9 años, me acompañan. Estos se suben en ellos como si de un poni se tratara. Siempre hay más esparragueros y, como vamos entre adelfas y zarzas, cuando se presentan los perros ante alguno empiezan a llamarme: -¡Paco, Paco¡, con voz de terror o, yo qué sé, el caso es que se zurran. Que le verán a los pobres alanos…

Os relato ahora el primer contacto cinegético que tuvieron.

A mi amigo Antonio Catrana, ganadero de merinas y cochinos ibéricos, cazando al salto hace dos años me lo encontré en la frontones de La Pared y le pedí un marrano lombricero. Me ofreció uno de 7 u 8 arrobas, largo como un galgo y que para el caso me venía que ni pintado. Lo trasladé a La Pared y el bicho se las piró por una ventana del cortijo en ruinas y échatelo a buscar.

Mi amigo Juan Lemus, mi hijo y yo lo buscamos por los cortijos de los alrededores pero no estaba en ninguno. Desistimos de su búsqueda y cuando volvíamos para casa por el camino de la sierra nos cruzamos con varios coches que iban de caldereta con José el Bichito, perrero de recova cuando estuvo en Alcalá de Henares. Le preguntamos por el macareno y nos dice: – el camino adelante lo traes, a un kilómetro más o menos. Vuelta para atrás los otros coches y él, pues querían ver el lance de los alanos.

Yo, con tanta expectación, me sentí un poco preocupado de lo que podría resultar ya que los perros no habían visto jamás un cochino, y el macho tenía poco más de una año y Lanza, seis. Subestimé la raza, pues efectivamente, venia camino adelante. Paramos los coches, abrí la puerta del remolque y dije a los perros IDO ES, azuzándolos. El guarro, al ver lo que se le venía encima, emprendió veloz huida y los perros se colocaron uno a cada lado. Lanza se tiró en carrera y lo apresó de una oreja y Chullo, tras varios intentos, de la jeta. Como nos vimos para quitarlos del agarre del pobre marranito. Lo cogimos por delante y andandito se fue al cortijo sin rechistar. No era para menos.

El Chullo se lo vendí a Gerardo Rodríguez, dueño de la finca la Zarzuela, ubicada en Castilblanco. En esta finca hicimos novio a mi hijo José Vicente con reses. Sus dos primeros tiros fueron a venados con una escopeta del veinte e hizo doblete

A Chullo lo tenían para agarrar jabalíes y un día que acompañaba al guarda en uno de los cercones se le vino un macareno cuando les echaba de comer. Menos mal que estaba el perro con él y apresó al guarro, sino le cuesta la vida. Acudieron varios operarios de la finca y pudieron quitarle el perro, que le tenía acuchillado los brazuelos y costillas.

Allí murió de viejo, ciego, sordo y sin dentadura el mejor alano que he visto.






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